Templarios en Guadalajara (y posiblemente en Albares)

(Nota: texto elaborado en 1998 por Albares Online).

Los Caballeros Templarios, aquellos monjes-soldados que llegaron a controlar en las llamadas Cruzadas gran parte de los territorios en Oriente Medio y Europa, hasta su "eliminación" por exceso de poder..., siempre nos han interesado en Albares Online.

Es una lástima que la Historia haya sido tan parca en las noticias referentes al paso de los Caballeros del Temple por la provincia de Guadalajara y en concreto en Albares. Hubiera sido verdaderamente interesante poder traer a estas páginas el dato cierto y la razón segura de aquellos hombres, que con su ancha vestimenta blanca recorrían la Alcarria protegiendo al peregrino y combatiendo a su vecino árabe.

Ermita de Santa Ana.

En Albares también hay referencias templarias. Los sitúa la tradición en la ermita de Santa Ana, de la que hoy sólo quedan las cuatro paredes de pobre mampostería con revestimiento de yeso al interior. Su situación, en un carrete frente al pueblo, era estratégica, y por tanto, no podemos decir que sí ni que no a todo ello.

En la relación que el pueblo de Albares envió al rey Felipe II en 1576, se dice que "en esta villa no ay edificio antiguo alguno, si no es que fuera de ella un tiro de vallesta poco más está una Permita antigua grande, que se dice señora santa Ana, que se dice públicamente fue monasterio y era de la orden de los Templarios".

Los que en un principio se llamaron "pobres soldados de Jesucristo", reunidos en 1118 al amparo del Patriarca de Jerusalén, hicieron votos de pobreza, castidad y obediencia, comprometiéndose a defender a los peregrinos y velar por la seguridad de caminos. Una misión, en principio, muy similar a la de los Canónigos regulares de San Agustín. Pero estos nuevos tomaron a su cargo otra función, la defensa del Templo de Salomón en Jerusalén ( y de ahí les viene el más común apelativo), en la que el orden religioso se mezclaría, como quieren otros historiadores de este movimiento, con otro esotérico y misterioso fin, la búsqueda de la Total Sabiduría, materializada en ese Santo Grial que buscaron y defendieron durante sus dos siglos de su existencia..

Su labor en España fue importante y, a veces, crucial. Ya adoptada la regla que en 1128, en el Concilio de Troyes, San Bernardo mismo radactó para ellos, arribaron a nuestro país a instancias de este santo fundador, muy relacionado con el rey Alfonso de Aragón, que entre 1129 y 1132 les concedió el primer bastión en Monreal.

Recibiendo múltiples donaciones de los monarcas castellanos, leoneses, aragoneses y lusitanos, su forma de actuar era la de entrar en la primera línea de batalla contra los árabes, sosteniendo luego castillos y santuarios en lugares de mayor fricción guerrera entre las dos culturas que a lo largo de la Edad Media se repartieron España.

De entre la maraña de tradiciones que en Guadalajara existen respecto a la estancia de los Templarios en varios lugares, sólo en una consta documentalmente su veraz presencia. Es en Torija, donde en el altonazo frontero al castillo actual, tuvieron estos caballeros el convento de San Benito, muy probablemente heredero del que en el siglo VIII fundara el arzobispo toledano Félix para morada de monjes benedictinos. Este cenobio, como posesión concreta del Temple, es nombrado junto a otros cuatro de la diócesis de Osma, en una Bula del Papa Alejandro III. Nada queda de él salvo el recuerdo. El castillo de Torija, hoy convertido en bonito escaparate de nuestro Medievo, no tiene nada que ver con los caballeros de la octopuntada cruz.

Es esta cruz, con sus cuatro ramas partidas en dos, la que ha dado pie a pensar en el asentamiento del Temple en Albendiego y sus alrededores. En las caladas tracerías de las ventanas absidiales, que la maravillosa iglesia de Santa Colomba en Albendiego luce desde finales del siglo XII, aparece cuatro veces esculpida esta cruz característica. La tradición popular, en ocasiones apoyada por historiadores locales, ha querido ver es ese detalle la innegable presencia de los Templarios en las altas tierras de la región atencina, ya por entonces muy libre de la amenaza musulmana. Incluso se ha dicho, y se sigue diciendo, que estos caballeros tuvieron una casa en lo más alto del monte que en la región llaman Santo Alto Rey, y que por su aspecto y disposición goza de la devoción de todos los habitantes de la zona. La cumbre del Alto Rey, a más de 1.800 metros de altura, y con un perfil de neta "montaña sagrada" sobre los hundidos valles de Bornoba y el Sorbe, que le escoltan, no pudo ser lugar habitado ni tan siquiera por estos sufridos guerreros religiosos. Durante varios meses al año, una constante ventisca y unas temperaturas de muchos grados bajo cero la hacen inhóspita de todo punto. Queda, eso sí, una ermita recia y sublime donde, a la primavera, se reúnen en romería los aldeanos de las vertientes. Pero es construcción muy moderna, de fines del XVIII, y nada se puede colegir de ella respecto a su auténtica relación con la Orden del Temple.

Lo que sí es harto improbable es la instauración de la Orden Templaria en Ocentejo, en las gargantas que el río Tajo forma en la zona del Hundido de Armallones, donde, además de no existir ni rastro de los "árboles y arbostos exóticos" que, según ingenuas leyendas, trajeron hijos del pueblo cuando volvieron de América, tampoco queda la menor huella, ni siquiera en forma de expresiva ruina, de los caballeros templarios, quienes mal podrían en aquel retirado y hermoso lugar (donde la naturaleza se despachó a gusto) defender peregrinos y contener invasiones.

En Albalate de Zorita pervive aún, hoy remozado con acierto, uno que pudo ser importante bastión del Temple en la baja Alcarria: se trata de la ermita de Cabillas, a mitad de camino entre el pueblo y el río Tajo, que en varios detalles arquitectónicos y esculturales permite ver que pertenece a finales del siglo XII. Una puerta de arco puntado, con sencillas arquivoltas rodeándola; unos canecillos rudos y simpaticos en el alero del mediodía; unos ábsides bastardeados pero con la herencia neta de este siglo... y otra vez el subterráneo decir del pueblo, asignándole a aquéllas paredes la protección de los templarios.

Documentalmente se sabe que dicho lugar de Albalate, con todas sus posesiones, perteneció a la Orden de Calatrava durante varios siglos. Teniendo en cuenta que ésta, con otras órdenes caballerescas y religioso-militares, fueron herederas de los bienes del Temple cuando, en 1312, el Papa Clemente V la suprimió de un plumazo, es probable que también en el caso de Albalate, los de Calatrava heredaran de los Templarios. Y a estos quepa atribuir la erección de este interesante y simpático monumento, como es la dicha ermita de cabillas, hoy cementerio del pueblo.

No mayores probabilidades de certeza tiene la noticia que algunos historiadores nos legaron, de haber sido donado a los templarios, por la reina Berenguela de Castilla, el altozano extramuros de la ciudad de Guadalajara donde posteriormente, y a raíz de su disolución y exterminio, vendrían a vivir los franciscanos. Si hubo o no casa del Temple en lo que hasta ahora ha sido "Fuerte de San Francisco", queda para las interrogantes del soñador y el erudito. Nosotros aquí sólo podemos dar el dato que la tradición y buenas costumbres han guardado entrevelado, De aquellos tenaces, santos y rudos varones no ha quedado en esta tierra más que el diluido recuerdo.

Si queréis leer más sobre los templarios, en 1998 incluíamos estos otros dos textos:

-Breve Historia de los Templarios.

-Así eran los Templarios.